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Mundaka

La playa

Teníamos una asignatura pendiente con Mundaka. En nuestra anterior visita a Euskadi pasamos con el coche por la zona, camino de otro lugar, y quedamos prendados de la vista que se podía ver desde la carretera. Intentamos aparcar y visitar el pueblo pero fue imposible hacerlo a menos de dos kilómetros de distancia, así que Mundaka pasó a formar parte de nuestra lista de pueblos «donde-no-se-puede-aparcar» pero «debemos-volver-y-visitar».

Terraza
Barcas en el puerto

Esta vez llevábamos la lección aprendida. Es un pueblo pequeño y las zonas de aparcamiento son escasas, así que decidimos ir en tren. Dejamos el coche en Busturia-San Kristobal, en una zona de aparcamiento justo al lado de la estación, y en escasos diez minutos el EuskoTren nos dejó en el centro del pueblo. En el tren un señor muy amable nos preguntó de dónde veníamos y nos estuvo dando conversación durante el trayecto. Debo decir que en todas mis visitas a Euskadi he encontrado gente amabílisima, siempre dispuesta a ayudarme a encontrar una calle, a traducirme un nombre escrito en euskera o lo que fuera que necesitara.

En el dique seco
Salida al mar

Llegamos a Mundaka y nos fuimos directos a un bar, a por nuestro pintxo de tortilla, donde quedamos maravillados de la soltura con la que un camarero sudamericano se desenvolvía en euskera con la clientela. Y después de coger fuerzas (los pintxos de tortilla son considerables) ya estábamos preparados para visitar la ciudad como se merecía.

Y he de decir que no nos defraudó, es precioso. Como veis en las fotos el tiempo no acompañó demasiado, estaba como que quería llover, pero al final no lo hizo y pudimos pasear tranquilamente. Con salida al mar pero completamente rodeado de montañas verdes la vista desde cualquier punto del puerto o de la playa es espectacular.

El mar golpea las rocas I
Hasta el horizonte

Además de por sus encantos naturales, Mundaka es conocida entre los amantes del surf por ser uno de los mejores puntos donde practicar este deporte, y como no podía ser de otra manera, había unos cuantos surfistas intentando coger alguna ola.

Cogiendo una ola
Sufero

Es un pueblo enfocado al mar y puedes pasear largo rato por el puerto o por la playa, que con marea baja tiene una extensión de arena considerable.

Marea baja
Fondeando
Escalera hacia el mar

Tengo varias fotos de Mundaka, si queréis verlas todas están en mi galería de flickr.

Nos habían dicho que esa zona de Euskadi era una de las más bonitas de la comunidad y desde luego no nos engañaron, todo aquello bien merece una visita (o varias), aunque si vais en temporada alta igual teneis algún pequeño problema de aparcamiento.

Después de comer, de pintxos naturalmente, nos fuimos hacia otro lugar no menos conocido e igualmente digno de visitar, San Juan de Gaztelugatxe. Las fotos, en la siguiente entrada.

El mapa de nuestra ruta por Francia

Todavía no he terminado las entradas de Euskadi, me quedan un par de días, y después me pondré con la ruta que hemos hecho este agosto por la costa atlántica de Francia. Pero de momento, y para ir creando un poco de expectativa, aquí tenéis el mapa con todos los puntos que visitamos.

De Cortiguera a Ibarrangelu

Amaneció lloviendo así que nuestros planes de pasar la mañana en la playa de Los Locos se fueron al traste, lo mejor era recoger y poner rumbo a Bizkaia, a la siguiente casa rural, a ver si con un poco de suerte el tiempo mejoraba. Atrás dejábamos pueblos preciosos, un alojamiento fantástico y una ola de calor que nos había destrozado (y quemado, no lo olvidemos).

Hicimos una breve última visita a Suances, donde además había mercado, para las compras-souvenir de última hora (una botella de orujo y un par de botes de bonito, qué os pensábais?). Y aproveché para sacar las últimas fotos de Cantabria desde un mirador en la carretera que une Suances con Cortiguera.

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Para los siguientes tres días habíamos reservado una casa en Ibarrangelu, en pleno Parque Natural de Urdaibai, una zona que ya os adelanto que es preciosa. Aquí debo hacer una confesión y es que en las próximas dos o tres entradas se me va a ver el plumero. Soy (somos, Cesc también) una enamorada de Euskadi. Creo que es la Comunidad Autónoma que más veces he visitado y si no viviera en Barcelona, o en Catalunya, viviría allí sin dudarlo (aunque me costaría aprender euskera, eso seguro). Y dicho esto, seguimos.

Tras una breve comida en una herriko taberna creo que en Kortezubi, donde la señora que nos atendió nos hizo una de las mejores recomendaciones del viaje, visitar Elantxobe, llegamos al Merrutxu, nuestro alojamiento para los siguientes tres días, donde el primero en recibirnos fue Lucho, el perro pastor vasco de la familia.

La casa es preciosa, espectacular. Aunque pertenece al término municipal de Ibarrangelu está en medio de la montaña, rodeada de verde y más verde. Un sitio fantástico para perderse unos días. Arantza, la dueña, nos dio la bienvenida y nos enseñó nuestra habitación y las zonas comunes (comedor y cocina, con nevera individual para cada una de las habitaciones). También nos indicó que teníamos la posibilidad de encargar el desayuno la noche antes y que nos lo prepararían. Disponen de unos papelitos con todo lo que hay disponible (desde bollería a tortillas) y sólo tienes que marcar lo que deseas y dejarlo en una cajita habilitada al efecto. Al día siguiente, a la hora convenida, en el comedor de los desayunos te encontrarás la mesa puesta con todo lo que has pedido.

Que conste que no me llevo ningún tipo de comisión por hacer publicidad de la casa y tampoco fui invitada, que pagué mi alojamiento, pero es que realmente vale la pena así que si alguien está pensando en viajar por esa zona que considere muy seriamente la posibilidad de ir al Merrutxu.

Después de dejar nuestras cosas bajamos al casco urbano a dar una vuelta y hay que decir que está visto muy rápido. Aunque el término municipal abarca mucho más territorio (e incluye las playas de Laga y Lapatza), el núcleo habitado es pequeño, donde destaca la iglesia de San Andrés.

Iglesia

Calle

Así que decidimos seguir la recomendación de la señora de la herriko taberna y llegar a Elantxobe. ¡Qué sorpresa! Hasta ahora uno de los pueblos más bonitos que he visitado jamás. Es un pueblo marinero construido en la ladera de una montaña, rodeando un puerto natural, en el que sus antiguos habitantes se dedicaban a la captura de ballenas.

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Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada (es imposible entrar con el coche en el pueblo) y empezamos a bajar.

En la entrada del pueblo tienen otra cosa muy curiosa, que nos dijeron que sólo había dos en toda Europa, y es una plataforma giratoria para que el autobús pueda dar la vuelta. Si los coches no pueden circular imagináos el autobús. El espacio es tan estrecho que no puede maniobrar, así que cuando tiene que girar se coloca encima de la plataforma y ésta se activa, dando un giro de 180 grados y encarando el autobús de nuevo hacia la salida.

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Visto el espectáculo del autobús empezamos a bajar por las callejuelas estrechas y empinadas que forman el pueblo hasta llegar al puerto, centro de la vida de Elantxobe. El pueblo es muy pintoresco pero no quiero ni imaginarme cómo debe ser el día a día allí, todo el día subiendo y bajando escaleras. Nos contaron por ejemplo que cuando alguien fallece es necesario subir el ataúd a cuestas hasta la carretera, ya que es imposible que ningún coche ni ambulancia se acerque a las casas.

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El puerto es chiquitín y recogido, al abrigo de los oleajes del Cantábrico, por eso los primeros habitantes de Elantxobe decidieron establecerse allí, a pesar de las dificultades del terreno.

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Mientras paseábamos por el puerto vimos cómo unos chicos se entrenaban con una trainera y otros intentaban pescar.

Pescando

TraineraFotos cortesía de Cesc

Un zurito y un par de pintxos después tocaba volver a subir a recoger el coche, que no lo olvidemos, estaba en la parte de arriba del pueblo (hay otra carretera que te lleva hasta el puerto, pero eso lo descubrimos más tarde). Pero esta vez, en vez de subir por las callejuelas lo hicimos por unas escaleras que por la ladera de la montaña suben hasta la parte alta.

Hay que subir

Escaleras Fotos cortesía de Cesc

Terminada la visita a Elantxobe fuimos hasta Lekeito a cenar, pero tuvimos que darnos la vuelta porque no pudimos aparcar el coche. Lekeito pasa a engrosar, de este modo, la lista de pueblos en los que hemos tenido que irnos por no poder aparcar (pero volvimos al día siguiente). Cena a base de pintxos en Ibarrangelu (cómo no, los pintxos fueron nuestro menú durante los tres días) y vuelta al Merrutxu a dormir.

Al día siguiente teníamos que cumplir con una asignatura pendiente, Mundaka.

Santillana del Mar

Que ni es santa, ni es llana ni tiene mar, el pueblo de las tres mentiras, pero presume de ser el más bonito de España.

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Había estado antes allí durante un viaje que hicimos con la familia al norte de España, y la recordaba realmente muy bonita, lo que no recordaba era la cantidad de turistas y tiendas de souvenirs que tiene. Nos encontramos otra vez con un parque temático.

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Llegamos sobre las diez de la mañana y dejamos el coche en el aparcamiento que hay en la entrada, que ya tenía un considerable número de coches aparcados. Y a esas horas ya estábamos a 37 grados de calor, nada bueno para emprender una visita, así que nos fuimos derechos al primer bar a refrescarnos un poco.

Uno de los motivos por los que es conocida Santillana del Mar es por los blasones que adornan la mayoría de las fachadas de las casas, vestigios de épocas pasadas.

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De entre todos los edificios destaca la Colegiata, que una vez más y haciendo alarde de nuestra fantástica planificación no pudimos visitar porque cierra los lunes, y ese día era lunes. Como veis no fuimos capaces de hacer un buen plan de viaje, a ver si para la próxima aprendemos.

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No me malinterpretéis, sigo pensando que el pueblo es muy bonito y merece una visita, pero me fui con la sensación de que allí no vive nadie (no vi las tiendas típicas de pueblo, como una charcutería o una panadería y sí montones de tiendas de productos típicos y restaurantes) y que está demasiado enfocado al turismo. Desconozco, pero, si además de la parte histórica existe una zona más residencial donde habita la gente, quizás algún lector que sea de la zona nos lo podría aclarar. Desde luego nosotros sólo vimos la parte turística. Además, aunque eso es inevitable, los coches que circulan por sus calles estropean un poco el paisaje.

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Yo no sé si es el pueblo más bonito de España pero seguramente sí uno de los más bonitos, aunque hay joyas por ahí escondidas que también se merecerían esta distinción, como pudimos comprobar en los siguientes días por Vizcaya.

Santillana no da para mucho rato, es chiquitín, así que para la hora de comer ya nos habíamos refugiado en otro esta vez sí, precioso y no menos conocido lugar, San Vicente de la Barquera. Este será el tema de la siguiente entrada.

Primeros apuntes sobre Francia

Ya estamos de vuelta. Después de dos semanas, 4.187 kilómetros, seis cámpings y aprender por fin a desmontar la tienda de campaña del Decathlon ayer llegamos a casa.

Hemos visto pueblos preciosos, hemos paseado por los escenarios del Día D, hemos pisado el fin de la tierra (según los franceses), Cesc ha comido ostras a 3,80€ la docena (yo soy alérgica a ellas), por fin he podido visitar uno de mis destinos soñados, Saint Michel, y un montón de cosas más.

Las primeras impresiones del viaje son: los cámpings franceses no son tan espectaculares como nos habían dicho, los del norte quizás sí pero los del sur dejan mucho que desear (al menos donde hemos estado nosotros); mucho turismo británico y holandés y muy poco español (aunque también había), y muchos turistas con su perro!!; los franceses siguen sin hablar inglés ni aunque los mates, en general los trabajadores del sector de la restauración nada propensos a hacerse entender en un idioma que no es el suyo; eso sí, son los reyes de los croisants y las baguets; he comido queso hasta decir basta y los mejillones son el plato estrella del país, a parte las ostras de la parte de Fouras donde como he dicho antes puedes comerte una docena de ostras por menos de 4€.

Ya sabéis que me fui con los deberes por hacer, así que en las siguientes entradas terminaré el viaje por Cantabria y Euskadi y acto seguido empezaré con este, espero que no me den las uvas!

Para ir haciendo boca aquí tenéis una foto que hizo Cesc.

Se me ha echado el tiempo encima

Cuando volví de mis mini-vacaciones por Cantabria y Euskadi dije que intentaría escribir todas las entradas antes de volver a irme. Pues bien, es evidente que no ha sido posible. Hasta ahora os he podido contar el viaje hasta Cortiguera, el día en Santander, la puesta de sol en Los Locos y el día que pasamos entre Bárcena Mayor y Comillas.

Del último día en Cantabria me queda por contaros las visitas a Santillana del Mar, San Vicente de la Barquera y Fuente Dé. Y después toda la parte de Euskadi: la fantástica casa de turismo rural donde nos alojamos en Ibarrangelu y las visitas a Ea, Elantxobe, Mundaka o San Juan de Gaztelugatxe, por ejemplo.

Para ir haciendo boca podéis ver las fotos que tengo editadas hasta ahora de Santillana del Mar.

Pero como he dicho antes se me ha echado el tiempo encima. Volvemos a salir de viaje y todavía tengo que preparar un montón de cosas así que no sé si tendré mucho tiempo para sentarme delante del ordenador, escoger fotos, editarlas, subirlas a flickr y escribir la correspondiente entrada. Como veis cada entrada lleva un montón de trabajo detrás, ¡aunque no lo parezca!

¿Y dónde nos vamos esta vez? A recorrer la costa atlántica de Francia. Normandía y el Mont Saint-Michel es un viaje que hace mucho tiempo tenía pendiente y ahora parece que por fin lo haremos. Empezaremos nuestra ruta en Bayeux y las playas del desembarco, previa parada en Clermont-Ferrand para dormir la primera noche, que la tirada de coche desde Barcelona es considerable. De ahí iremos bajando, bordeando siempre la costa, con las visitas previstas al mencionado Mont Saint-Michel, Saint Maló, Carnac, La Rochelle y Bordeaux, entre otros.

Como me llevaré el portátil si pillo conexiones wi-fi por los cámpings franceses intentaré hacer alguna actualización y subir alguna foto. De todas maneras, el trabajo que me espera a la vuelta es considerable.

Buenas vacaciones, tanto a los que os váis como a los que os quedáis, y nos leemos a la vuelta.

Santander

Segundo día de las vacaciones. Era sábado y pensamos que sería el día perfecto para visitar Santander. Creo que las ciudades grandes es mejor visitarlas en no festivo así puedes contemplarlas en plena ebullición. Santander es, junto con San Sebastián, una de las ciudades más bonitas del norte de España. Es una ciudad señorial, elegante, en la que pasear por sus calles pero sobretodo por su litoral marítimo es una gozada para la vista.

Parque junto a la playa

Aparcamos el coche en el aparcamiento del campo de fútbol del Racing de Santander, justo al lado de la Playa del Sardinero (por eso el campo tiene ese nombre, supongo) y empezamos a andar. Y ahí cometimos un pequeño fallo que después pagaríamos muy caro, sobretodo yo. La brisa que soplaba no nos hizo darnos cuenta de que el sol estaba picando de lo lindo, y sin protección solar y con camiseta de tirantes me puse a andar. Ya os podéis imaginar el resultado, cuando llegué por la noche a la posada las quemaduras de los hombros eran considerables. Estuve dos días roja cual vulgar turista de playa y viendo las estrellas cada vez que los tirantes de la mochila me rozaban los hombros. Pero, ¿quién espera quemarse por el sol en Santander?

La playa estaba llena, bueno llena para los estándares de la zona. Para mí, acostumbrada a que en la arena de las playas de Barcelona no quede un palmo de arena libre aquello me parecía una maravilla.

Buscando un hueco
Día de playa
Hay espacio de sobra

Hicimos lo que hace todo el mundo, pasear por el lado de la playa hasta llegar a la península donde está el Palacio de la Magdalena.

Barandilla
Mirador

Es normal que en la playa veas gente andando por la orilla, pero es que en Santander había muchísima, solo les faltaba pintar carriles en la arena y poner semáforos. Supongo que la temperatura del agua no ayuda a meterse y andando de punta a punta no sé cuántos quiómetros debe haber pero un par por lo menos, así que esta es una buena manera de hacer ejercicio mientras te bronceas.

Paseando junto al mar

En Santander aproveché para probar mi nuevo filtro polarizador circular y he quedado encantada de cómo han quedado las fotos, he podido obtener unas tonalidades del agua que dificilmente hubiera podido conseguir sin filtro.

El color del mar
Eso sí, con algunas fotos he tenido un pequeño problema que todavía no sé a qué es debido, y es que me han quedado las esquinas negras. Y no me refiero al ligero viñeteado típico, sinó a completamente negras. Tengo que seguir investigando sobre eso.

Pero Santander no es sólo playa. Si miras hacia el otro lado ves edificios tan impresionantes como estos.

Construcciones
Construcciones

También había mucha gente jugando a las palas, pero en vez de jugar por parejas com es habitual jugaban por tríos, alternando cada vez el turno de a quién le tocaba dar a la pelota.

Jugando a palas

Y así a lo tonto llegamos a la península donde se ubica el Palacio de la Magdalena, un regalo de la ciudad a Alfonso XIII para que fuera allí a veranear. ¿No os digo yo que Santander es una ciudad señora? Además del palacio en la península hay un pequeño zoo con animales marinos.

Agua
Barcos

El Palacio de la Magdalena actualmente es la sede de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y se utiliza como palacio de congresos y reuniones. Y para alguna cosa más, que el día que fuimos nosotros había una boda, imagino que de postín.

Palacio de la Magdalena

Las vistas al mar desde allí tampoco tienen desperdicio.

El mar
Mirador al mar

En los jardines había otra pareja de novios haciéndose las fotos y nos vino a la memoria que hacía un año Cesc y yo estábamos en la misma situación, con la diferencia que a nosotros nos cayó un aguacero y tuvimos que hacernos todas las fotos en el interior. Sea como sea, los alrededores del Palacio son un lugar muy romántico.

Amor frente al Cantábrico

De allí fuimos paseando por la Avenida Reina Victoria, bordeando el resto de playas (que no sólo existe la Playa del Sardinero) hasta llegar a las calles que nos acercarían al centro histórico, y es que Santander tiene una forma un tanto curiosa.

Lanchas

El centro estaba desierto pero es que eran las 3 de la tarde y la temperatura era de infarto, creo que rozábamos los 37 grados. Pasear con ese calor no es sano.

Por el centro
Edificios
Campanario

En la plaza del Ayuntamiento había una exposición de fotos de temática surfera.

Fotos surferas

Exhaustos, pero sobretodo muertos de calor e incapaces de desandar lo andado, delante de la Catedral cogimos un autobús que nos acercara al lugar donde teníamos aparcado el coche.

Catedral

La piscina de la posada nos esperaba. Debíamos reponer fuerzas para la cita de la noche, fotografiar la puesta de sol en la playa de Los Locos en Suances. Pero este será el tema de la siguiente entrada.

He puesto sólo algunas de las fotos, si las queréis ver todas las tenéis en mi galería de flickr.

De Barcelona a Cortiguera

Con ésta empiezo la serie de entradas sobre mis recientes vacaciones por Cantabria y Euskadi, tal y como os avanzaba el último día. Intentaré darme prisa en tenerlas listas porque si no se me van a juntar con las del próximo viaje, en apenas 3 semanas y media, así que empezamos.

730 kilómetros de nada nos separaban de nuestro destino, Cantabria, y para ser más exactos Cortiguera, donde habíamos reservado una habitación en una casa de turismo rural (que después resultó ser un hotel rural). El viaje es una paliza, para qué negarlo. Aunque nos fuimos turnando la conducción, la autopista entre Lleida y hasta llegar a Navarra, desierto de los Monegros incluído, es aburridísima. El paisaje es desolador a más no poder y estábamos ansiosos por empezar a ver montañas verdes, lo que empieza a suceder cuando llegas a la altura de Pamplona. La única diversión fueron los nidos de cigüeñas en lo alto de las torres de alta tensión, lo prometo.

Tras una pausa en Bilbao para comer llegamos a nuestro destino. Nuestra primera sorpresa fue el alojamiento. Como he dicho antes la Posada Santa Ana resultó ser un hotel rural con todas las comodidades, incluso piscina, a la que sacamos buen provecho los siguientes días con la ola de calor que invadió toda la península, Cantabria incluída. Un lugar muy recomendable para familias con niños, ya que hay espacio suficiente para que éstos jueguen y lo más sorprendente, tienen un conejo y un gallo paseando por el jardín, para disfrute de los más pequeños y asombro de los mayores. ¿O es que estáis acostumbrados a tomar el sol en una piscina y que un gallo se os acerque?

Después de tantas horas de coche nos apetecía estirar un poco las piernas y la chica de recepción nos recomendó pasear hasta la playa de Suances, a tan solo un kilómetro, pero por un carril bici que bordea la ría. Al final el paseo fué de diez kilómetros entre ida y vuelta y nos sirvió para tener una primera toma de contacto con la zona. El paisaje no nos estaba defraudando, de momento Cantabria era tal y como la imaginábamos.

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La ría

Más o menos a medio camino encontramos una especie de embarcadero.

Embarcaciones
Entrenando

Parece que algunas barcas no soportaron la bajada de la marea.

Embarrancada

Respecto a las mareas he de decir que es un fenómeno que me maravilla. Acostumbrada al Mediterráneo donde apenas se notan, ver subir la marea en el Cantábrico ha sido toda una experiencia.

Cesc

Llegando ya a Suances vimos a estos dos hombres que imagino estarían marisqueando.

Marisqueando
Marea baja
Suances, desenfocado

En esta ocasión no paseamos por Suances, repusimos fuerzas en un bar cercano al puerto y dimos la vuelta, que se estaba haciendo tarde y no queríamos que se nos hiciera de noche por el camino.

Iglesia de Cortiguera

Cena en el hotel y a descansar, al día siguiente nos esperaba Santander, que será el tema de la siguiente entrada.

Novedades

He estado una semana de vacaciones por Cantabria y Euskadi así que ya os podéis imaginar que vengo cargada de fotos. A medida que las vaya seleccionando iré haciendo las correspondientes entradas con detalles de qué visitar, dónde comer o dónde alojarse. No son posts patrocinados, es decir, nadie me ha pagado nada de este viaje, así que diré la verdad, lo bueno y lo malo de cada sitio, recomendaré aquello que creo que vale la pena y diré también lo que no me ha gustado. Desde hace tiempo planifico mis viajes única y exclusivamente a través de internet y siempre me son de gran ayuda las opiniones de otros viajeros, así que espero ahora devolver un poco «el favor» y ayudar a otros viajeros que como yo, quieran hacer mi misma ruta.

Pero hoy también tengo otra novedad y es que me han admitido como miembro de Barcelona Photobloggers, una comunidad de bloggers de Barcelona y provincia. El nivel de las fotos es realmente impresionante, por eso estoy realmente encantada de que me hayan admitido. A medida que añada fotos en La galería de fotos de Fotografiando y viajando aparecerán también en la página web de BCN Photobloggers, aumentando así la visibilidad de las mismas. Ya puedo esforzarme en hacer buenas fotos!

Hoy no cuelgo ninguna foto pero no os preocupéis, durante los próximos días os cansaréis de ver fotos de montañas de un verde intenso y pueblos marineros de postal.

El Escorial y Madrid

Cualquier excusa es buena para escaparse un fin de semana a Madrid y aprovechando que unos amigos daban su primer concierto «abierto al público general» en un bar de la capital allí que nos fuimos.

Las compañías aéreas cada vez están poniendo más difícil esto de volar y me parece a mí que, aunque el AVE sea sensiblemente más caro que el avión, ya me han visto bastante en el aeropuerto cuando tenga que volver a Madrid. Los vuelos fueron con retraso, tanto a la ida como a la vuelta, lo que provocó que perdiéramos tontamente en el aeropuerto tanto la tarde del viernes como la del domingo, a lo que hay que añadir la bromita del equipaje. Y es que desde que Vueling cobra 20€ por maleta y trayecto todo el mundo va con equipaje de mano y cuando han embarcado la mitad de los pasajeros los compartimentos superiores ya están llenos (además, hay mucha gente que lleva más de un bulto, y de dos…). Como fui de las últimas en subirme al avión me cogieron la maleta en el finger y la bajaron a la bodega. Cuando llegamos a Madrid no íbamos lo suficientemente retrasados que encima tuve que esperar a que mi maleta saliera por la cinta.

Ya he dicho que el motivo del viaje era visitar a unos amigos, así que no hicimos demasiado el turista (ni tengo demasiadas fotos) pero el sábado sí que aprovechamos para escaparnos a El Escorial y visitar el Monasterio. Está a escasamente una hora de tren en el Cercanías y una vez llegas al pueblo de El Escorial por 1€ puedes coger un autobús que te acerca al Monasterio.

Supongo que todo el mundo lo conoce pero por si acaso os hago un pequeño repaso de historia. La construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se inició bajo el mandato de Felipe II, que tras la muerte de su padre (Carlos V) en el monasterio de Yuste en 1558 quiso levantar un edificio que fuera a la vez Palacio Real, Comunidad de frailes y albergase el panteón de su padre y el de toda su dinastía. Sigue siendo el panteón real y desde Carlos V hasta Alfonso XIII yacen allí los restos de todos los reyes que han reinado en España, a excepción de Felipe V y Fernando VI. Las obras fueron iniciadas por Juan Bautista de Toledo pero las terminó un discípulo suyo, Juan de Herrera, debido a la temprana muerte del primero (1567). La construcción quedó terminada en 1584.

La última vez que había estado allí fue un puente de la Inmaculada creo que del año 1998 y hasta el viaje que hicimos a Berlín hace un par de años esa visita tenía el récord de lugar en el que había pasado más frío de toda mi vida. En aquella ocasión tuvimos que hacer cola durante más de dos horas para poder comprar las entradas y acceder al recinto. Esta vez, a parte de que hacía solecito, no tuvimos que esperar nada y fue llegar y entrar.
Patio
Fachada norte

No se permite hacer fotos en todo el recinto del Monasterio, a excepción de patios y jardines, así que me temo que tengo poquitas fotos para ilustrar esta entrada.
Cúpula
Patio de los Reyes

Una vez terminada la visita tocaba volver a la estación y vuelta a Madrid. Esta vez, como el camino hacía bajada, en vez de bajar en autobús decidimos hacerlo andando a través de los Jardines de la Casita del Príncipe.
Jardines de la Casita del Príncipe

El domingo por la mañana no dio para hacer muchas visitas, entre que nos levantamos muy tarde y que debíamos ir pronto al aeropuerto, pero había un lugar en Madrid que no había visitado y me apetecía conocer: el Templo de Debod.

El Templo de Debod es un templo del antiguo Egipto ubicado actualmente en Madrid, cerca de la Plaza de España. Fue un regalo de Egipto en 1968 por haber colaborado en la salvación de los templos de Nubia tras un llamamiento hecho por la Unesco.
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Lo que es el templo en sí está visto en un santiamén pero es un lugar agradable para pasear ya que está rodeado de jardines.
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Como veis el fin de semana no dio para mucho fotográficamente hablando. Supongo que este fin de semana, en el fotowalk Gràcia con Naturpixel, haré bastantes más fotos.