Amaneció lloviendo así que nuestros planes de pasar la mañana en la playa de Los Locos se fueron al traste, lo mejor era recoger y poner rumbo a Bizkaia, a la siguiente casa rural, a ver si con un poco de suerte el tiempo mejoraba. Atrás dejábamos pueblos preciosos, un alojamiento fantástico y una ola de calor que nos había destrozado (y quemado, no lo olvidemos).
Hicimos una breve última visita a Suances, donde además había mercado, para las compras-souvenir de última hora (una botella de orujo y un par de botes de bonito, qué os pensábais?). Y aproveché para sacar las últimas fotos de Cantabria desde un mirador en la carretera que une Suances con Cortiguera.
Para los siguientes tres días habíamos reservado una casa en Ibarrangelu, en pleno Parque Natural de Urdaibai, una zona que ya os adelanto que es preciosa. Aquí debo hacer una confesión y es que en las próximas dos o tres entradas se me va a ver el plumero. Soy (somos, Cesc también) una enamorada de Euskadi. Creo que es la Comunidad Autónoma que más veces he visitado y si no viviera en Barcelona, o en Catalunya, viviría allí sin dudarlo (aunque me costaría aprender euskera, eso seguro). Y dicho esto, seguimos.
Tras una breve comida en una herriko taberna creo que en Kortezubi, donde la señora que nos atendió nos hizo una de las mejores recomendaciones del viaje, visitar Elantxobe, llegamos al Merrutxu, nuestro alojamiento para los siguientes tres días, donde el primero en recibirnos fue Lucho, el perro pastor vasco de la familia.
La casa es preciosa, espectacular. Aunque pertenece al término municipal de Ibarrangelu está en medio de la montaña, rodeada de verde y más verde. Un sitio fantástico para perderse unos días. Arantza, la dueña, nos dio la bienvenida y nos enseñó nuestra habitación y las zonas comunes (comedor y cocina, con nevera individual para cada una de las habitaciones). También nos indicó que teníamos la posibilidad de encargar el desayuno la noche antes y que nos lo prepararían. Disponen de unos papelitos con todo lo que hay disponible (desde bollería a tortillas) y sólo tienes que marcar lo que deseas y dejarlo en una cajita habilitada al efecto. Al día siguiente, a la hora convenida, en el comedor de los desayunos te encontrarás la mesa puesta con todo lo que has pedido.
Que conste que no me llevo ningún tipo de comisión por hacer publicidad de la casa y tampoco fui invitada, que pagué mi alojamiento, pero es que realmente vale la pena así que si alguien está pensando en viajar por esa zona que considere muy seriamente la posibilidad de ir al Merrutxu.
Después de dejar nuestras cosas bajamos al casco urbano a dar una vuelta y hay que decir que está visto muy rápido. Aunque el término municipal abarca mucho más territorio (e incluye las playas de Laga y Lapatza), el núcleo habitado es pequeño, donde destaca la iglesia de San Andrés.
Así que decidimos seguir la recomendación de la señora de la herriko taberna y llegar a Elantxobe. ¡Qué sorpresa! Hasta ahora uno de los pueblos más bonitos que he visitado jamás. Es un pueblo marinero construido en la ladera de una montaña, rodeando un puerto natural, en el que sus antiguos habitantes se dedicaban a la captura de ballenas.
Dejamos el coche en el aparcamiento de la entrada (es imposible entrar con el coche en el pueblo) y empezamos a bajar.
En la entrada del pueblo tienen otra cosa muy curiosa, que nos dijeron que sólo había dos en toda Europa, y es una plataforma giratoria para que el autobús pueda dar la vuelta. Si los coches no pueden circular imagináos el autobús. El espacio es tan estrecho que no puede maniobrar, así que cuando tiene que girar se coloca encima de la plataforma y ésta se activa, dando un giro de 180 grados y encarando el autobús de nuevo hacia la salida.
Visto el espectáculo del autobús empezamos a bajar por las callejuelas estrechas y empinadas que forman el pueblo hasta llegar al puerto, centro de la vida de Elantxobe. El pueblo es muy pintoresco pero no quiero ni imaginarme cómo debe ser el día a día allí, todo el día subiendo y bajando escaleras. Nos contaron por ejemplo que cuando alguien fallece es necesario subir el ataúd a cuestas hasta la carretera, ya que es imposible que ningún coche ni ambulancia se acerque a las casas.
El puerto es chiquitín y recogido, al abrigo de los oleajes del Cantábrico, por eso los primeros habitantes de Elantxobe decidieron establecerse allí, a pesar de las dificultades del terreno.
Mientras paseábamos por el puerto vimos cómo unos chicos se entrenaban con una trainera y otros intentaban pescar.
Fotos cortesía de Cesc
Un zurito y un par de pintxos después tocaba volver a subir a recoger el coche, que no lo olvidemos, estaba en la parte de arriba del pueblo (hay otra carretera que te lleva hasta el puerto, pero eso lo descubrimos más tarde). Pero esta vez, en vez de subir por las callejuelas lo hicimos por unas escaleras que por la ladera de la montaña suben hasta la parte alta.
Fotos cortesía de Cesc
Terminada la visita a Elantxobe fuimos hasta Lekeito a cenar, pero tuvimos que darnos la vuelta porque no pudimos aparcar el coche. Lekeito pasa a engrosar, de este modo, la lista de pueblos en los que hemos tenido que irnos por no poder aparcar (pero volvimos al día siguiente). Cena a base de pintxos en Ibarrangelu (cómo no, los pintxos fueron nuestro menú durante los tres días) y vuelta al Merrutxu a dormir.
Al día siguiente teníamos que cumplir con una asignatura pendiente, Mundaka.